
Parte de la vida se le va en maquillar y desmaquillar su rostro. Metamorfosis estética y fomento de autoestima.
Jugaban con lumbre y podrían quemarse. A fin de cuentas los enamorados eran pirómanos.
Cuando despertó su pesadilla aún estaba ahí.
Le dolió en lo profundo la ruptura. Para aligerar la pena, ponderó sus defectos y minimizó sus virtudes.
La nostalgia merodea en todos sus pensamientos. Se fue su pareja y dejó el peso de su ausencia, como una herencia ácida, maldita e irrenunciable. Masculló entre dientes: «Está cabrón eso del amor»…